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lunes, 28 de marzo de 2011

Bienvenidas/os







Así comienza un viaje de ida…

Un viaje donde las mujeres somos protagonistas, desde el interior y al otro lado de la ventanilla. Un viaje de panoramas extraños observados por una mirada femenina capaz de inmovilizarlos como piedra, echarles un nuevo vistazo y convertirlos en paisajes donde ya hemos estado antes.
Un viaje donde hoy dejamos algo atrás: la edad dorada de la juventud. Pero no es tan malo como parece, al menos no vamos de pie: “Señora, le dejo el asiento. Sientesé, por favor”. Mmm… señora. Se-ño-ra. Algunas se harán las distraídas; otras se negaran ante la amabilidad mintiéndose a sí mismas (“no me duelen los juanetes, no me duelen los juanetes, no tengo juanetes”).
Sabemos que nada es eterno, y menos con la gravedad dando vueltas por ahí. No hay mucho qué hacer al respecto. Las cosas se caen, se aflojan. Y luego resulta que no hay suficientes cremas anti-age, ni tinturas permanentes, ni fajas invisibles. Pero la persistencia es una virtud, y tras horas y kilos de maquillaje ella, adolescente eterna, logra salir a la calle con el puño cerrado dispuesto a dirigirse al primer boca sucia que se atreva a llamarla “señora”.
Aunque claro, no todo gira alrededor del espejo. Pasado el “Culo, levántate” y el “¡Ay, las pata’e gaio!” no queda más que ceder al hecho de que Carmen ya no es Carmencita. Se hacen presentes las molestias, los dolores, las limitaciones. El alcohol hace efecto en los primeros cuatro sorbos y la resaca dura en los siguientes cuatro días, los chequeos médicos de rutina se convierten en una rutina de chequeos médicos y de pronto pensar en el servicio fúnebre ya no parece una tan morbosa idea.
Pero una no cambia sola, el alrededor también lo hace. El macanudo cambia a piola, el asalto cambia a joda (joda de fiesta, no de chiste), la moda cambia a retro, y, de un segundo a otro, el pasó a ser ud. Entonces ella dice cosas como “cuando yo tenía tu edad…”; “en mi época…”; “si tuviese X años menos…” “ya no estoy para estos trotes”; “¡qué bodrio! Ya estoy vieja” ¡Pero, mujer, por favor… bodrio, eso ya no lo dice nadie! Las nuevas generaciones ya no tiran las agujas, ni cachan nada; solo quieren celu con blutú e internés con guifí (“¿Y eso con qué se come?”). Esas nuevas jergas que dejan en evidencia la edad. ¡Basta de arameo, ahora se habla inglés!
Lo cierto es que el tiempo sigue su curso. Nacimos y emprendimos un viaje de ida; arriba de un bondi, no de un Delorean. Entonces, ¿Por qué negar lo inevitable? Vos, mujer, que estás creciendo en edad, todavía queda mucho por descubrir, esta no es la última parada.

Hoy nace la mirada de una Medusa que nació hace 41 años.

                                                     

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