Toda una aventura la primera cita. Aventura que comienza horas antes del encuentro. No nos basta con ser bellas, tenemos que estar espléndidas; y eso implica: vestimenta delicadamente seleccionada, calzado de combinación, accesorios acorde, maquillaje en armonía, peinado afín... lo que de algún modo perfeccionista significa que si nos falta tal cosa o descubrimos tarde que tal otra nos queda como el culo hay que volver a empezar.
Por otro lado debemos cubrir los detalles que tienen que ver con la higiene personal, por supuesto. Y eso implica: arreglo de las uñas, depilación de las extremidades inferiores, depilación del cavado, depilación de cejas, depilación de sobaco, ¡no te olvidés el bigote!, perfume, cremas, limpieza de cutis… básicamente.
Pero claro, eso sin contar las posibles emergencias que pueden presentársenos; y eso implica: exponerse al sol y tomar un bronceado disparejo, peinarse ante el espejo y descubrir una cana imprevista o un grano inoportuno, sufrir de constipación y errarle el tiempo del efecto al té de yuyos… Son muchas cosas a tener en cuenta para la primera cita, independientemente de la edad, desde la que se toma todo un día para la producción hasta la más sencilla de nosotras, a todas nos gusta ser admiradas y nos preocupa hasta el mínimo detalle, aún sabiendo que es muy posible que él ni lo note.
Ya estamos listas. Y como el trabajo físico se terminó es hora de pensar y descubrir que aún travestidas hasta con nuestra mejor lencería la cita puede terminar en un total fiasco. ¿Cómo será él? ¿Le gustaré? ¿Me gustará? ¿De qué vamos a hablar?
Llegan las ansias, los nervios, el miedo y las dudas porque solo eso nos faltaba tener en cuenta: que una cita se hace de a dos.
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